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UNA
HISTORIA SIN BRONCE Por
Ricardo Darío Primo Nos estamos aproximando al 17 de Agosto,
fecha aniversario del fallecimiento del libertador de América, Gral. Don José
de San Martín. Indefectiblemente surgirán voces como es
costumbre, que hablarán de sus gestos de grandeza, del renunciamiento, de sus
máximas y de toda las virtudes que tienden a enaltecer a una de las máximas
figuras de nuestra historia. Lejos resonarán o quizás no tanto, los
fuertes debates que se produjeron el año pasado cuando José García Hamiltón
cuestionó con su libro Don José no solo la paternidad del padre de la
patria, sino también su accionar militar y político. También a lo mejor, se olvidarán de hablar
de los trabajos de Rodolfo Terragno sobre el Plan Maitland, que
establecía un curso de acción para las tropas invasiones inglesas que
curiosa y similarmente desarrollara tiempo después el famoso Santo de la
Espada. Ni nombrar los aportes de Juan Bautista
Sesean, que directamente afirma en su obra La tercera Invasión Inglesa que
Don José de San Martín, luego de ser subordinado a Beresford (¿Se acuerdan
de ese general que comandó una de las invasiones inglesas al Río de la
Plata?) en la lucha contra la invasión francesa a España, gracias a sus vínculos
con la Masonería inglesa pudo embarcarse en una fragata de esa misma
nacionalidad y estrechar en muy poco tiempo, fuertes vínculos con los
sectores mercantiles porteños que le posibilitaron desarrollar los planes,
que a su criterio no habían podido realizar los hijos de la pérfida Albión,
en sus dos invasiones anteriores. Lo cierto es que, San Martín llevo a cabo
una tarea formidable como cruzar los Andes, independizar Chile y luego
dirigirse a Perú con el mismo sublime objetivo. Hace poco estuvimos con un grupo de
historiadores en el Convento de San Lorenzo y caminando por el denominado
"Campo de la Gloria", a su frente, pudimos recién allí darnos
cuenta de su genio militar (asesorado o no) para llevar a cabo tan brillante
victoria. También dirán que su objetivo era la
libertad de los pueblos de ésta parte del continente, para que ellos mismos
se dieran sus formas de gobierno, atomizando en varios Estados, los
territorios del antiguo y monopólico Virreynato del Río de la Plata. Y dirán
que una prueba de ello es la negación de San Martín a enviar diputados por
Chile a una reunión que se desarrollaría en Bs As. con vistas a una
organización de los antiguos territorios, posibilitando con tan decisión, la
posterior declaración de Independencia de ese país. Lo cierto es que combatido por los sectores
rivadavianos, el que hizo posible la libertad de medio continente, terminó
sus días lejos de nuestro país, observando como todavía le costaba
organizarse constitucionalmente y como aún pasados aquella epopeya de la
independencia, debía enfrentarse a las potencias más grandes de la tierra,
como lo hizo en 1845. La historia elige el panteón de próceres y
el nuestro ha sido edificado por una generación de argentinos que creían
necesario contar con modelos a seguir. Sus esperanzas de que con ese molde
podría construirse un país serio, con respeto por su pasado, se derrumbó
ante el menor embate del revisionismo. Hoy, nadie cree en el bronce. El escepticismo
es tan grande, que uno desconfía, ante el menor acto sincero de una persona.
Por ello con más razón desconfía de los próceres que hicieron grande
nuestra patria. Y por ello, a lo mejor habrá llegado la
oportunidad de construir una Historia Sin Bronce. Con la tolerancia y
humanidad necesaria para comprender los actos de otros seres humanos que
antes, como hoy y seguramente mañana, responderán a intereses, llámense de
clase, religiosos, culturales, etc. A lo mejor con ello evitamos repetir nuestros
errores ya que al decir de Avellaneda, cuando repatriaron los restos de José
de San Martín, "... los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden
conciencia de sus destinos y los que se a en sus tumbas gloriosas, son los que
mejor preparan su porvenir". |